¿Qué esperamos de los hijos?

¿Qué esperamos de los hijos?

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Aunque los padres estén conscientes de que las expectativas que tienen sobre sus hijos pueden constituir una pesada carga y restarles libertad, es casi imposible no tener esperanzas e imaginar características de los hijos, y desear para ellos una vida mejor que la propia.  En la aventura impredecible que comineza con el nacimiento de cada hijo o hija, junto con la indescriptible alegría, se activa la infinita imaginación de los padres.  Dependerá de la historia personal y familiar de cada padre y madre cómo la aplicarán en relación a su hijo o hija.

En el maravilloso libro de Antonio Lobo Antúnez, "En el culo del Mundo", que narra la brutalidad de la guerra de Angola, al protagonista le nace una hija mientras está en el frente, sobre lo que reflexiona: "pensaba en mi hija desconocida en una cuna de clínica, entre otras cunas de clínica que se observan a través del ojo de buey de un barco.  Pensaba en la hija que tanto había deseado como testimonio vivo de mí mismo, con la esperanza de que por su mediación me redimiese un poco de mis errores, de mis defectos y de mis fallos, de los proyectos abortados y de los sueños grandilocuentes a los que no me atrevía a dar forma y sentido.  Tal vez, ella escribiese un día las novelas que yo tenía miedo de intentar y encontrase para ellas el color y el ritmo exactos, tal vez ella lograse con los otros la relación próxima, cálida y generosa que yo al mismo tiempo deseaba y temía, tal vez nos fuese posible un entendimiento pacientemente conquistado que de alguna manera me justificase, y que su madre, durante años, había esperado en vano".

La tarea de los padres es aceptar y educar al hijo que se tiene, no al niño que se hubiera querido tener.  Desde las caracteríaticas e intereses del niño se le debe ayudar a configurar un ambiente que favorezca su desarrollo.

Una mamá de treinta y cinco años, que había sido famosa por su gran belleza, comentaba con desilusión refiriéndose a su hija Alejandra de seis años: "Si bien mi niña es bastante bonita, tiene algunas características de la familia de mi marido que la hacen menos atractiva: es bastante morenita y un poco narigona.  Por suerte es alta y tiene bonitos ojos.  Pero lo peor de todo es que no le interesa la ropa, sólo usa zapatillas y pantalones, le carga ir de compras conmigo y prefiere quedarse leyendo".  La tarea de aceptar que su hija tenía intereses diferentes a los de ella, y que comprendiera lo inusual y maravilloso de tener una niña que a tan temprana edad le gustara leer, tomó su tiempo.

Mirar a los hijos en una actitud abierta y valorando lo diverso, implica no imponer las propias expectativas sino en reconocer lo que cada hijo tiene de particular y que lo define como un ser humano único.

 

Psicóloga Neva Milicic 
Fuente: Revista Ya, El Mercurio

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