Las fábulas ecológicas

Las fábulas ecológicas

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Horacio Quiroga -escritor uruguayo, nacido en Salto en 1878- es para muchos el mayor cuentista de la literatura latinoamericana en lengua castellana. Quiroga siempre tuvo una gran fascinación por la naturaleza, que se reflejó en su escritura, la que continúa encantando a adultos y especialmente a los niños, porque los conecta con la flora y la fauna. Además, sus cuentos son de una gran profundidad psicológica y una enorme fuerza narrativa. Sus cuentos pueden considerarse precursores de la llamada literatura ecológica, siendo su libro más conocido “Cuentos de la Selva”, escrito en 1918, una colección de fábulas que pueden ser leídas a cualquier edad. Una de ellas, “La gama ciega”, es de una gran ternura y ayuda a los niños a entender como sus padres, a través de precauciones que pueden ser exageradas, buscan protegerlos de los peligros, y que no hacer caso de las recomendaciones paternas puede resultar muy perjudicial. Esto le sucedió a la gamita, que por hacer caso omiso de las advertencias de su madre de no acercarse a los panales de miel, quedó completamente ciega. A pesar de que se acordó de su madre antes de actuar en forma imprudente, su deseo fue más fuerte y le desobedeció. El texto advierte: “Se acordó asimismo de la recomendación de su mamá; mas creyó que su mamá exageraba, como exageran siempre las madres de las gamitas. Entonces le dio un gran cabezazo el nido. ¡Ojalá no lo hubiera hecho! Salieron en seguida cientos de avispas, miles de avispas que la picaron en todo el cuerpo, en la cabeza, en la barriga, en la cola; y lo que es mucho peor, en los mismos ojos. La picaron más de diez en los ojos”. Como se trata de una fábula para niños, la mamá gama consiguió quien la curara de la ceguera que le produjeron las avispas. Por ello conserva el sentido de las fábulas clásicas, en que la moraleja está incluida en el relato. Enseñar a los niños a admirar y a sorprenderse con la naturaleza, les abre perspectivas inusitadas, ya que el contacto con la vida silvestre es una irreemplazable fuente de contacto consigo mismo, de generación de sueños y de vuelta a lo primitivo que provoca en los niños y adolescentes, incluso en los más tecnológicos, una suerte de fascinación por la búsqueda de los orígenes.

Psicóloga Neva Milicic.
Fuente: “Revista Ya” El Mercurio

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