Bienestar y rendimiento: El rol de lo emocional en el aprendizaje

Bienestar y rendimiento: El rol de lo emocional en el aprendizaje

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El bienestar emocional es decisivo para el aprendizaje en los niños. Cuando ellos aprenden fácilmente aumenta su bienestar emocional; las dificultades les generan emociones perturbadoras que van provocando un círculo vicioso de sentimientos de incompetencia y rechazo. En su libro “Apego en el aula: Relación entre las primeras experiencias infantiles, el bienestar emocional y el rendimiento escolar”, su autora, Heather Geddes, sostiene que “las niñas y los niños que experimentan un apego negativo reaccionan ante los retos con menos seguridad y enfrentan la adversidad con mayor incertidumbre que los que han tenido una relación de apego seguro”. Generar un apego seguro se relaciona con padres cercanos, capaces de expresar afecto y que sean percibidos por sus hijos como disponibles y atentos a sus necesidades básicas. Para que los niños estén motivados requieren que los adultos estén disponibles para enseñarles tomando en cuenta sus emociones. A veces en las ansias porque aprendan, que suele convertirse en obsesión por los contenidos, no se presta la suficiente atención a la significativa experiencia emocional del proceso de aprender. Los adultos, en el afán de que tengan un buen rendimiento, pueden ejercer una presión que inhibe en el niño el interés por aprender, transformando lo que debiera ser una experiencia emocional positiva en una situación tensa y frustrante, que lo desanima. Celeste, una niña de once años, inteligente pero muy desmotivada ante el aprendizaje, expresaba con desaliento: “Me carga que empiece el colegio, mis papás se transforman en una especie de policía que me persigue todo el día, preguntando cómo me fue, si hice las tareas; castigándome si olvidé algo”. Las exigencias escolares se han transformado para ella en una experiencia emocional negativa, que afecta su rendimiento y es casi traumática. La tarea, no siempre fácil para los adultos, es crear un entorno estimulante en el que el niño esté por una parte interesado en aprender y, por otra, se sienta competente para lograrlo.

Psicóloga Neva Milicic.
Fuente: “Revista Ya” El Mercurio

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